Las hay rubias, negras, rojas, claras, oscuras, amargas, dulces… qué difícil es elegir a una de ellas cuando las tenemos a todas en frente. Es una decisión para algunos trascendental, quién de ellas acompañará ese momento… momentos felices, tristes, de lujuria, porque sí y porque no; siempre serán la mejor opción para pasar un buen momento.
Pero en Buenos Aires, esa bella ciudad en el corazón de Argentina; preferí las rubias. Esas que cuando las miras a sus burbujeantes ojos, antes de acercarte a ellas, te pasa un trago largo de saliva por tu garganta. Ahí estaba parada ella, con su cuello largo y labios angostos, una Quilmes de medio litro que rebosaba espuma por doquier.
Elegí un pequeño bar – restaurante en la Avenida Corrientes, la que atraviesa el famoso Obelisco; para este momento cumbre e intimo con la bella rubia; su nombre era El Gato Negro. La cerveza rubia y refrescante tenía un sabor ligero, una que te podrías tomar en cuestión de pocos minutos. Al fondo, en la alargada y rustica barra, un cantinero de barba acabada de rasurar y una nariz respingada servía otra cerveza, rubia como la que yo tenía en mis manos, pero con una espuma algo particular.
No le quité la mirada a los dos comensales que se tomaban esas dos rubias de nombre Patagonia Amber Ligera, una cerveza hecha con lúpulos patagónicos y que en ocasiones, decide cambiar su color rubio a un rojo despampanante, tono que logra con un blend de finas maltas. Una cerveza hecha para paladares exigentes y que es obligada para cualquiera que visite esta parte del continente sudamericano.
La Quilmes y La Patagonia se robaron mi paladar, dos rubias hechas con la calidad de cervezas ligeras que refrescarían el momento más sediento y exigente de nuestras vidas. Buenos Aires es una ciudad que rebosa cerveza y momentos donde siempre hay que brindar. Salud por la “Ciudad de la Furia”, su gente, su vida y sus rubias (no sólo las cervezas claro está).
Comments (1)
Q buena inspiracion ya me dio sed cuando es q vamos por esas rubias my friend